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26 de febrer de 2015

Gabriel Ubieto

Crónica de una noche ocupando el campus de la comunicación de la UPF

 

OCUPAR PARA QUEDARNOS

Se cierran las luces, comienza la película. Los espectadores, por desgracia, son los de siempre, aquellos que ya conocen la historia. A sus ojos constituye un film de terror, un relato que hacen suyo y con el cual empatizan. Quiere explicar una realidad que es la suya, aunque cerca está de dejar de serlo, en el peor sentido de la frase. Los protagonistas son los ausentes, de dos perfiles opuestos. Por un lado aquellos que verían el largometraje como una crónica de una muerte anunciada, la suya. Por el otro, los que se debatirían entre el hastío o la intriga de una película de ciencia ficción.

Imatge: Óscar Blanco / estudiantsbcn.cat

Ayer el documental Universidades SA abría la jornada de ocupación previa a la huelga en el campus de Poble Nou de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Un documental sobre la realidad de las universidades públicas catalanas que narra la evolución del modelo de enseñamiento universitario tras la aplicación del plan Bolonia y la estrategia Europa 2015. Explicado a través de las víctimas del proceso, los profesores universitarios y, con menor presencia a pesar de ser los principales damnificados, los estudiantes.

Las primeras consecuencias de esta progresiva precarización y elitización de la universidad pública, en retroceso, en pos de la privada, en avance, son los jóvenes que quedan apartados de una enseñanza durante años anhelada por las clases trabajadoras y que, si esto sigue así, bien poco les ha durado.

 

En un modelo productivo que mayoritariamente reserva sus mejores retribuciones a aquellas capas más académicamente formadas, la exclusión de la universidad implica necesariamente una precarización tanto de las condiciones presentes como futuras de las clases trabajadoras. El sociólogo marxista Erik Olin Wright habla de la “apropiación de oportunidades” como aquellos procesos a través de los cuáles las clases altas y medias reproducen su status en sus hijos a través de reservarse el acceso a los recursos clave que determinan la posición social. Uno de esos recursos clave es la universidad. Y esa clase media ya no es tan media.

 

Acaba el film, comienza la asamblea. Nos reunimos en el patio de la universidad, en círculo, para aquellos neófitos en el ritual. Coincide el conclave con la hora de cenar y el ambiente se llena de tuppers y el humo del tabaco. El de la asamblea es un formato de toma de decisiones lento por definición. Es esta característica, entre otras, la que la convierte en un concepto tremendamente subversivo en contraste con la brutal inmediatez y efimeridad que caracteriza nuestra tiempo. No es únicamente lenta por precisar del consenso, sino que va un paso más allá. Una asamblea se basa en el entendimiento de diferentes singularidades y el reconocimiento de estas, lo cual no siempre es fácil. Ni mucho menos breve.

Debatimos y nos distribuimos los quehaceres de la noche, principalmente la elaboración de pancartas y el encartelamiento masivo de cada rincón visible del campus. No quiero ni imaginar el gasto en papel, aunque reciclado, que supone una sola noche de ocupación. No es una dinámica precisamente ecologista, pero tras siglos de uso no se ha encontrado otra que la sustituya. Están las redes sociales, pero la teatralización de la huelga parece depender de este atrezzo. Sumados a las pintadas y a una genuina redistribución de todas las sillas de la terraza del bar formando un “3+2”, constituyen un despliegue de creatividad juvenil teñido de la lucha de clases.

Plaça Guttemberg (Campus UPF Poble Nou / Sandra Vicente

El otro punto de la asamblea es como relacionarse con los alumnos que mañana, o bien indiferentes o bien en contra de nuestra reivindicación, intentarán llenar las aulas. El eterno debate entre el derecho colectivo a huelga y el individual a no secundarla y hacer clase. Llegamos al consenso de bloquear las puertas y abrirlas dos veces en horas estratégicas antes de la manifestación. Evita una confrontación dilatada indefinidamente y nos permite explicar nuestros motivos a un público obligado, que se debate entre la empatía acrítica y el individualismo más egoísta. Promete, como siempre, agotador.

El reloj marca las tres de la madrugada pasadas cuando damos por finalizados los preparativos para la huelga. Mañana a las siete debemos estar en pie para jugar nuestro pequeño papel en la defensa de un proyecto de universidad pública, universal y al servicio de las clases populares. O al menos para que aquellos que vienen detrás nuestro puedan disfrutar de las mismas condiciones en las cuales planteamos esta huelga.

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