26 de setiembre del 2014: 43 estudiantes de la Escuela Rural de Ayotzinapa (en el estado de Guerrero, México) fueron desaparecidos forzosamente. Después de casi 6 meses, siguen sin aparecer. La comunidad internacional y los medios de comunicación se han volcado con este suceso, aunque se conforman con las explicaciones oficiales, que apuntan al narcotráfico. 

Parece que todos los males del país remetan al crímen que emana del negocio de las drogas (de esta manera, cuando el gobierno de turno da un golpe al narcotráfico parece que se ofrezcan soluciones globales). Pero esto no deja de ser una prueba más de la conivencia que hay entre droga y política en México. El Narcoestado, es decir la administración que se somete a los intereses del tráfico de estupefacientes, provoca que cada día sean más los desaparecidos y asesinados; aquellos que se atreven a levantarse, a luchar...o simplemente los que no ceden a arrodillarse. 

 

Los 43 de Ayotzinapa sólo son otros más, símbolo de la resistencia y de la guerrilla, de la oposicón joven y rural al Estado. Pero quizás sean los que colman el vaso, la vela que ilumine la lucha que vendrá. No lo sabemos. Pero lo que es seguro es que nadie olvidará nunca sus nombres, y de ello se encargan colectivos como Bordando por la Paz.

El objetivo que tienen es realizar 43 bordados, uno por cada desaparecido, y entregárselo a los familiares que vengan a Barcelona, durante su visita a diversos países europeos. Después de los parlamentos realizados en Ginebra y Bruselas por los padres/madres de los estudiantes y, ante la evidencia de que denunciar la política de un gobierno frente otros gobiernos de nada servía, han decidido hablar al pueblo a la cara. Sin intermediarios. De madre a madre. De estudiante a estudiante.

De represaliado a represaliado.